La vida cambió en esta isla del Atlántico a mediados de la década de los sesenta. El desarrollo de esta tierra de volcanes despertó de la mano del ingeniero naval Manuel Díaz Rijo (La Vegueta, 1927), su hermano abogado, José Díaz Rijo, y el también ingeniero naval, Javier Pinacho. De sus apuestas, la primavera de 1965 se convirtió en una fecha histórica, un momento crucial.

1913

Finalizó la construcción de las Maretas del Estado, grandes depósitos de almacenamiento ubicados en Arrecife y destinados a recoger el agua de las escasas lluvias. Fueron construidas por orden del Rey Alfonso XIII.

1953

Llega a Arrecife el agua extraída del macizo de Famara, mediante las correspondientes canalizaciones, cuyas perforaciones había comenzado años antes. Sin embargo, el sistema se mostró insuficiente dado el creciente consumo de la población de Arrecife.

Antes y durante esas fechas, en cada hogar lanzaroteño se miraba al cielo esperando las escasas lluvias con la esperanza de poder llenar los tradicionales aljibes y maretas donde se almacenaba el agua, una vez discurría por las azoteas y superficies encaladas a tal efecto.

Siendo estas prácticas insuficientes, Lanzarote recibía cada cierto tiempo cargamentos de agua potable llegados de Gran Canaria y Tenerife a bordo de los famosos “correíllos”, barcos con tanques para tal fin. Una vez descargado en el puerto de Arrecife, las barricas eran transportadas en camellos y carros o se bombeaba a un tanque ubicado en el muelle comercial y adonde los vecinos podían recurrir para abastecerse. Con los “aguadores”, se completaban el sistema de distribución.

1960

En los primeros años de esta década, Estados Unidos impulsa el desarrollo de la desalinización donde se impulsa un proyecto para la puesta en marcha de varias plantas experimentales. Este hecho produjo en Manuel Díaz Rijo una inquietud, tal y como lo describe el mismo en su discurso como Académico en Lanzarote: “considerar Lanzarote como un gran barco fondeado en el Atlántico, entre cuya maquinaria se incluyese una planta desalinizadora del agua del mar”. Un concepto que trasladó a autoridades insulares y del Estado pero que no recibió apoyo alguno en ese momento. Sin embargo no cesó en su empeño y a pesar de no contar con el apoyo de la iniciativa pública se lanzó a explorar la aventura desde la vertiente privada.

1961

Nace la empresa Termoeléctrica de Lanzarote SA, que compra la central eléctrica de Arrecife. Casi de forma paralela Termolansa se hace, mediante concurso público, con la adjudicación del servicio de abastecimiento de agua potable para la capital lanzaroteña. Dados estos pasos, los promotores inician una serie de contactos en Londres y Nueva York al objeto de definir y decidir cuál podría ser la instalación más adecuada para Lanzarote, dando como resultado un acuerdo empresarial entre Termolansa, Westinghouse y Burns and Roe.

1962

El Consejo de Ministros autoriza a Termoléctrica de Lanzarote SA la instalación de la primera planta desalinizadora de Europa. Se decide ubicarla en la zona conocida como Punta Grande (Arrecife), al estar próxima al mar, además de reunir otra serie de condicionantes necesarios. Y se inicia, por parte de Termolansa, los trabajos para construir la necesaria red de distribución de agua potable en Arrecife y el primer depósito regulador en la zona de Maneje.

1963

Se empieza a construir, a poner los primeros cimientos, de la que será la primera planta potabilizadora de Canarias y Europa, y una de las primeras en el mundo concebido como planta dual, al producir agua y energía.

1964

Llega a la isla de Lanzarote el grueso de la maquinaria de la esperada desaladora. La descarga y el montaje no estuvo exento de muchos problemas que se fueron solventando con imaginación y determinación. A finales de ese año se obtienen las primera producciones “de agua de mar transformada en potable”.

1965

En la primavera de ese año comenzó a circular el agua potable por la red de distribución de Arrecife. La desaladora producía diariamente y a pleno rendimiento 2.300 m³ de agua potable y 1.500 kw.